El tratamiento con toxina botulínica (botox) para bruxismo se ha convertido en una solución eficaz y no invasiva para quienes sufren de tensión mandibular, dolor de cabeza y desgaste dental por apretar o rechinar los dientes.
El tratamiento con toxina botulínica (botox) para bruxismo se ha convertido en una solución eficaz y no invasiva para quienes sufren de tensión mandibular, dolor de cabeza y desgaste dental por apretar o rechinar los dientes.
El tratamiento con toxina botulínica (botox) para bruxismo se ha convertido en una solución eficaz y no invasiva para quienes sufren de tensión mandibular, dolor de cabeza y desgaste dental por apretar o rechinar los dientes. Aplicado directamente en los músculos maseteros —responsables del movimiento de la mandíbula—, el botox reduce la fuerza excesiva sin afectar la función masticatoria, aliviando el dolor y protegiendo la estructura dental.
Además de sus beneficios funcionales, este tratamiento tiene un efecto estético muy valorado: al relajar el músculo masetero, disminuye su volumen con el tiempo, afinando el rostro y estilizando el contorno facial, especialmente en pacientes con rostro ancho por hipertrofia muscular. La aplicación es rápida, prácticamente indolora y no requiere tiempo de recuperación, lo que lo convierte en una excelente opción para quienes buscan resultados funcionales y estéticos al mismo tiempo.
Los efectos comienzan a notarse en los primeros días y se estabilizan entre la segunda y tercera semana. Su duración varía entre 4 y 6 meses, tras los cuales puede repetirse el tratamiento para mantener el resultado. Es una solución moderna, segura y muy demandada tanto por mujeres como por hombres que desean aliviar las molestias del bruxismo mientras mejoran la forma del rostro de manera sutil y natural.
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